lunes, 20 de agosto de 2007

Mi querida memory card


La memoria, llegará un día en que podremos salvar nuestros recuerdos en algún dispositivo de almacenamiento, estoy seguro de ello, y pasaran a engrosar nuestros archivos de tarjetas SD, memory sticks y discos duros extraíbles.

Hará unos días me puse a traspasar los datos de las tarjetas de memoria de ps2 al disco duro de PS3 para poder continuar aquellas partidas por donde las tenía o para conservar aquellas otras en las que ya había llegado a su fin.

En realidad tengo dos tarjetas de memoria, una que compré recientemente para salir del paso y otra que me lleva acompañando desde hace siete años. Es curiosa la cantidad de datos que puede llegar a caber en un cacharro de estos.

Lo gracioso del asunto es cuando iba pasando los archivos de las tarjetas al disco duro de la nueva máquina e iba viendo las partidas de todos los juegos que tenía almacenados descubrí que no solo se habían conservado los datos de los juegos en las tarjetas, si no que los momentos de mi vida en que había jugado a los juegos en cuestión habían quedado grabados en mi memoria. Traspasar los datos fue redescubrir la cantidad de juegos a los que me había enfrentado, así como hacer un repaso de los últimos siete años de mi vida. No se si os habrá pasado, seguramente sí, que determinada película, determinado juego, determinada canción la relacionáis con un momento de vuestra vida. Poderlo hacer de manera ordenada fue bastante grato para mi.



Así pues vinieron a mi cabeza multitud de momentos, momentos delante del Tekken Tag Tournament, quedando con mis amigos para echar partidas en la tienda de uno de ellos, conociendo a mucha gente interesante que llegó para quedarse, con la que salí de fiesta, tomé multitud de cafés, iba al gimnasio…recordar el verano de trabajo intenso en el que disfruté de la segunda parte de Maximo y Soul Calibur, de los viajes al Media Markt de la provincia para comprar determinado título, los piques con amigos para ver quien conseguía X ítem del Final Fantasy X antes, las tertulias al comentar los primeros juegos de PS2 que llegaban dignos de ser comprados. El juego que robé –¿sí, qué pasa?- en un trabajo de verano del que tengo muchos buenos recuerdos de las chicas que allí habían, las tardes lluviosas al lado de la ventana jugando a Metal Gear 2. Y muchos recuerdos más, muchísimos más.

Hasta ese día pensaba que guardaba las partidas de juegos antiguos para no perder el esfuerzo realizado y las horas dedicadas a determinado juego, pero creo que las sensaciones y recuerdos que vienen a mi cabeza al ver el icono de la partida guardada es un motivo más poderoso aun para conservarlas. No en vano de mi primera Playstation del año 95 tengo tres tarjetas de memoria rebosantes de partidas –recuerdos- intactos. Y no creo que los borre jamás.


Algún día, nuestras memorias se grabaran en tarjetas y para revivirlas solo tendremos que dar al play del electrodoméstico en cuestión, pero hasta entonces mis recuerdos están grabados en las tarjetas de memoria de mi cajón.


Siete años de mi vida concentrados en 8MB.

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