viernes, 2 de noviembre de 2007

GENTE INFAME: Tercera Edad y viejas que lanzan churikens de pan.

Por si no tenía ya muchas sin acabar, estreno sección nueva en el blog: Gente infame. Todas esas personas que no aguanto y me provocan sarpullidos y úlceras tendrán su momento de gloria en esta sección. Hoy para inagurarla hablaremos de los viejos.

Hay que respetar a los viejos, nuestros mayores, nuestro pasado, esas personitas sabias que esperan su fin dando de comer miguitas de pan a las ratas voladoras que son las palomas y dedican horas y horas en su jubilación a mirar las obras de las calles. ¿A todos? Pues no, no señor, nunca es bueno generalizar, los hay que son unos buenos hijos de puta y es que si uno de joven ya es malvado, no por ser octogenario y tener más arrugas que un Shar pei se vuelve uno un santo.

Te pasas el día dando vueltas currando, te has levantado a las tantas y has pateado más que Kwan Chang Kane en Port Aventura, la cafeína ya no hace efecto en ti y llevas sueño atrasado por culpa de los vicios nocturnos al Halo. Has pasado veinte minutos esperando el metro porque un cabrón se ha tirado a la vía del tren y ha retrasado la línea y cuando por fin llega y piensas aliviado que podrás descansar un rato sentado en el asiento del vagón, cuando después de luchar contra otros veinte pasajeros con dientes y uñas para poder sentarte en la única plaza libre se te acerca el abuelo Manuel que se ha pasado el día sentado en el bar jugando al mus y te dice “¿Me dejarías el sitio? Es que estoy muy jodido de las cervicales hijo, y encima tengo un implante metálico en la rótula que con la electricidad estática del suelo del vagón me eriza los pelos”. Hijo de puta, te tiene bien cogido por los cojones, tú has luchado por tu sitio, te mereces ese sitio, estás jodidamente cansado y no puedes con tu alma, pero no le puedes negar tu asiento, quedarías como un cabrón, no se lo merece, porque le has visto correr bajando las escaleras para no perder el tren, pero a la hora de luchar por el asiento no ha hecho nada, lo ha dejado correr porque sabía perfectamente que sin lucha iba a ser tuyo igualmente, pero no le puedes negar el asiento, quedarías como un cabrón. Es un hijo de puta.

Ocho horas de Tai-chí, cinco de voluntaria en la cruz roja, tres en la parroquia, cuatro practicando Ju-jitsu y una enseñando trucos de skate a Jason Lee, eso sí, en el bus tienes que dejarle el sitio.


Llueve, llueve mucho y no llevas paraguas. Un pequeño lloviznar rebotando en la chola mola mazo, un pequeño diluvio jode cantidad, pero eres un ninja y te las sabes todas por lo que te vas resguardando debajo de los tejados y los balcones y si todo transcurre bajo la normalidad llegarás a casa poco dañado por la lluvia. Pero no, a lo lejos la ves venir a mil por hora: La Vieja Que Pasea Bajo La Lluvia. Para quien no lo sepa La Vieja Que Pasea Bajo La Lluvia es como un blíster de los click de Playmobil, llevando consigo todo un set de complementos: un paraguas, una bolsa del Carrefur tapando el peinado y un carro de la compra XXL hasta los topes de sacos de patatas (nunca se comen, solo son para estabilizar el peso del carro) y con un apio que asoma por la solapa. En un primer momento piensas que como ella lleva paraguas y tú no te dejará continuar por el lado de la acera que pasa bajo los balcones. Falso. En un segundo momento piensas que ya que ella lleva paraguas y se ha quedado el lado bueno de la acera al menos apartará el carrito a un lado y no te obligará a bajarte a la calzada –que suele estar llena de charcos de agua-. Más falso aún. La muy zorra no solo se queda el lado bueno y resguardado de la acera llevando el paraguas si no que encima te hace bajar de esta para no tener que apartar ni arrinconar el carrito ni un ápice –no sea que el apio se resienta con el ajetreo-. Obviamente cuando te bajas de la acera, además de mojarte y meter los pies en un charco pasa un coche a mil por hora y te empapa de agua el muy cabrón.

Son como los Mowai, si les toca el agua se multiplican. No hay apios en el mundo para todas


Pero el enemigo más terrible, el Andore de los viejos, es la vieja que va a la compra, no solo porque te atropelle con el carro, no solo porque cuando vas a coger el producto de la estantería ellas se adelanten y cojan lo que tú querías antes (cuando realmente es igual porque hay mil más idénticos en la estantería), o porque se hagan las tontas y se intenten colar el turno en la panadería con el típico “Ai, hijo, perdona, no me di cuenta de que estabas tu antes” cuando en la puta panadería solo estás TU y ELLA. Las viejas que van a la compra son terribles porque pueden llegar a hacer actos de extrema violencia para poder tener la supremacía en la cola. Hará unos años fui a comprar no se qué chorrada a un Mercadona y me puse en la cola de la única caja abierta que había, y que, realmente, tampoco estaba muy llena de gente. A la cabeza de la cola habían unas viejas que habían comprado el pan y ya les tocaba pagar a ellas en cuanto que la que las antecedía acabase. En aquel momento preciso llegó una nueva cajera y se puso al lado pidiendo que parte la cola fuésemos a su caja. Pues bien, estas susodichas viejas –que repito, ya les tocaba- cogieron las barras de pan y las empezaron a lanzar como estrellas ninjas a la cinta de la caja que acababa de abrir gritando “¡Nos toca!¡Nos toca!”. Por suerte ni la cajera ni ningún cliente fue interceptado, pero a las viejas esto les dio igual. Y yo me pregunto, ¿realmente tan alta es la percepción del poco tiempo de vida que les queda para tener que colarse e incluso agredir con barras de pan a la gente? Las maldigo mil veces.

De acuerdo Flanagan, tu cubres el flanco y Chari ataca por la retaguardia dandole el empujón mientras yo le robo la cartera de Pucca. Si algo falla me tiro al suelo y simulo que la niña me ha roto el coxis. No pueden haber errores esta vez


Los viejos que llevan zapatillas de estar por casa por la calle. No se que tendrá el ser humano que cuando llega a cierta edad, además de salirle pelos en las orejas tiende a perder el sentido del ridículo y del buen vestir y empieza a salir de casa con las zapatillas de estar por casa, las de suela de goma a cuadros y con pelos dentro para mantener el pié caliente. Van a pasear el perro con ellas, compran el periódico con ellas, y pasean por la plaza con ellas. No me molesta particularmente, pero hace poco mi señor padre pretendía acompañarme al mecánico con zapatillas de estar por casa y al igual que en las pelis de miedo los zombis muerden al compañero del prota y éste sabe que poco a poco se va a transformar en uno de ellos yo empecé a ver que mi señor padre se está convirtiendo en el enemigo. Estoy aterrorizado.



Y no, no me olvido de la típica vieja de los gatos que cada noche sale de casa con una bolsa llena de comida y en la esquina de la calle da de comer a todos los felinos de la ciudad. Podría pasarme mucho con ella, pero seguramente me estaría metiendo con la abuela de muchos de los que me leen y yo no soy tan cruel. Dadme años para envejecer y lo seré.


El sentimiento es mútuo vieja, es mútuo

1 comentario:

  1. ei! me ha encantado tu blog. me he enganchado hasta el final (y hay que tener valor o aburrimiento soberano)... Gracias por tu comentario en el mio... un detallazo. Y por cierto, no soy britney pero dicen que tengo cierto parecido, ahi queda dicho...

    Un abrazo

    -Lucia-
    www.luciebryce.blogspot.com

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